Todos observan y son potencialmente observados (por amigos, desconocidos, algoritmos, empresas).
Esta vigilancia constante (o su posibilidad) no está impuesta necesariamente por una autoridad externa (como en la prisión), sino que es alimentada y mantenida por la propia vanidad de los usuarios.
La gente participa voluntariamente, exponiendo sus vidas y buscando validación (vanidad), lo que a su vez refuerza la estructura de vigilancia y control.
El resultado es una sociedad digital donde la gente se autocensura y se comporta de manera performativa, mostrando una versión idealizada de sí mismos, impulsados por el deseo de ser admirados dentro de esta estructura de observación mutua y algorítmica.
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