Un grupo de jóvenes creadores de arte callejero forma una asociación para acabar con su mala fama y reclamar a la Administración espacios donde expresarse
Sólo necesitan un spray. Con él en la mano son capaces de despertar a una ciudad entera y hacer hablar a las paredes, aceras y muros. Es el arte del graffiti, que en contra de lo que defienden sus seguidores, muchas personas siguen tachando de vandalismo. Pero ha llegado la hora de cambiar esa concepción. Estos pintores callejeros no quieren ser considerados unos pintas. Héctor Álvarez, Pelayo Iglesias, Chema Jove, Marcos Ornosa, Carlos Díaz, Aitor Martínez, Damián Rodríguez, Marcos Fernández, Apu, Adri González, David Fernández, Saúl González y Moisés Menéndez son algunos de los jóvenes asturianos que se han unido para la creación de una nueva asociación llamada "Paint Pression" a través de la cual quieren reivindicar sus derechos y pedir a los ayuntamientos de la región espacios donde poder pintar y demostrar, en definitiva, que el graffiti es un arte, que mejora, y no ensucia, las calles.
"Nosotros no queremos perjudicar a nadie ni dañar edificios. Buscamos que nuestras obras sean aceptadas socialmente, que gusten a la gente y que lo vean como algo útil, como una forma más de vestir la ciudad, lo mismo que hacen las esculturas", aseguran Moisés Menéndez y Marcos Fernández, junto a sus murales en una de las fachadas de las instalaciones deportivas de El Cristo, en Oviedo. A su alrededor están un grupo de unos quince artistas que comparten la misma pasión por el graffiti. Hasta el punto de que ninguno de ellos cambiaría una noche de bares y discotecas por la posibilidad de llenar de formas y colores las paredes. Unos ponen las letras y otros las imágenes. Todos colaboran en el objetivo de rescatar del aburrimiento a la ciudad. Aunque, como matiza Menéndez: "nunca actuamos en zonas que tienen un valor arquitectónico; siempre pintamos a las afueras o en construcciones derruidas".
Y pese a ser conscientes de que esa situación tampoco es vista con muy buenos ojos por una parte importante de la sociedad, aseguran que es la única vía que tienen para poder practicar su arte. "Nos obligan a ello. No tenemos ningún espacio en el que nos permitan pintar", explican Saúl González y Adri González. Pero van más allá. "Si quieres mejorar y ser bueno, tienes que ensayar mucho. Y al no haber zonas para nosotros, tenemos que buscarnos la vida".
De todas formas, esto no quiere decir que todos plasmen sus mensajes o, según se mire, simplemente su talento en áreas ilegales. Los hay también, incluso dentro de este grupo de jóvenes que hoy se atreven a dar la cara, que se dedican exclusivamente a pintar por encargo. En su caso el graffiti va más allá de las letras. Son retratos o dibujos, que entran más bien en el cajón del street art (arte callejero). El avilesino Moisés Menéndez y el ovetense Marcos Fernández son dos de los grafiteros que se aproximan a este perfil. Aún así, "mucha gente nos sigue tomando como vándalos cuando para nosotros esto no es ningún juego, sino un arte y un trabajo, que debido precisamente a esa visión negativa que se tiene no se valora como debería. Las obras que haces no te las pagan bien. Es como si nos estuvieran obligando a prostituirnos", opina Menéndez.
De hecho, la mayoría de estos jóvenes cursan estudios relacionados con el arte y por su cabeza rondan nombres de destacados grafiteros como Belin, Saturno, Daim, Mclain, Anónimo Mortaja, Mast y Felipe Pantone, entre otros. Sin embargo, manifiestan que el estilo Banksy (es el pseudónimo del prolífico artista del street art británico, que viaja "enmascarado" por todo el mundo y se ha convertido en la referencia más conocida de este ámbito) difiere bastante de que lo que en Asturias se hace. "Eso tuvo éxito en Madrid y Barcelona, que son ciudades muy grandes en las que hay muchos artistas, pero por aquí no se ve prácticamente nada de eso", afirma Marcos Fernández, uno de los más locuaces del grupo.
Y es que, como se puede comprobar, dentro del graffiti hay multitud de variantes. Desde los que se dedican a pintar sólo letras -así es como comenzó el graffiti-, hasta los que hacen murales, dibujos o utilizan la técnica de la plantilla, como hace Banksy. Porque "al final, el graffiti es lo que cada uno quiera que sea. No hay una idea fija", expresa el ovetense Carlos Díaz.
Todos coinciden en un punto en común, en que la actitud del grafitero debe ser de reivindicación y libertad. "Es una forma de decir que existes y de ser libre, ya que plasmas lo que quieres y donde quieres", confiesa Marcos Fernández. Por eso, cuando uno empieza con el spray, aseguran, ya no hay forma de parar. Tampoco lo pensaban hacer. Pero, eso sí, piden espacios públicos para mostrar su arte.
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